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LAS RMI

¿Quién?

Una mujer de entre 18 y 35 años que se siente llamada por el Señor a entregarse completamente a Él, a través de una vida de fraternidad, oración y servicio a las jóvenes.
Deseando hacerles conocer y amar a Cristo, para que puedan «vivir bien y recibir la salvación», la joven decide libremente responder a su vocación, consagrando su vida a Dios, por el bien de los jóvenes.
Vivirá con ellas una misión de prevención, evangelización y santificación, mediante la acogida, la formación integral y el acompañamiento.

¿Cómo?

La joven que sienta la llamada por Señor y quiera entrar en la Congregación, después de haber hablado de este deseo con una hermana que la acompañe, debe escribir una carta a la superiora provincial solicitando la admisión, indicando sus motivaciones vocacionales.

Vocación RMI

Etapas de formación

Etapa previa (solicitud y discernimiento) Esta etapa, que permite que la joven discierna y compruebe que la vocación y la misión de las Religiosas de María Inmaculada corresponden a sus aspiraciones y aptitudes, está marcada por la profundización de la fe, el acompañamiento personal y la búsqueda de un mejor conocimiento de sí misma y del Instituto. Es un tiempo (de duración variable, según cada joven) que le permite reflexionar sobre su vocación en relación con la Congregación y aclarar sus motivaciones, experimentando un primer acercamiento a la vida comunitaria.

Pre-noviciado (o postulantado) Preparación directa para la entrada al noviciado, es una etapa que permite crecer en el conocimiento mutuo, a través del acompañamiento, de una formación más intensa y de compartir parte de la vida cotidiana de una comunidad durante un periodo que puede variar de unos meses a 2 años. El inicio de esta etapa está marcado por una sencilla ceremonia familiar de «paso al prenoviciado», durante la cual la joven recibe una pequeña cruz como signo de su primer compromiso con la Congregación. Cuando es posible, esta etapa se vive con otras prenovicias. Al final del prenoviciado, una vez adquirida la suficiente madurez humana y espiritual, la joven debe tener instrumentos suficientes para confirmar o no su opción por la vida consagrada.

Período de adaptación

En caso de confirmación, la prenovicia pasará un breve periodo de adaptación en la casa del noviciado (unos 3 meses), antes de entrar oficialmente en el «noviciado», donde recibirá el hábito de novicia.

Etapa fundamental, la entrada en el noviciado representa una cierta ruptura. Mediante la elección de un alejamiento provisional (el noviciado dura de 2 a 2 años y medio) de la familia, de los amigos y de las responsabilidades anteriores, se trata de sumergirse en un ambiente similar al vivido por el Señor durante su vida oculta en Nazaret, dejando el mayor espacio posible para profundizar en la intimidad con Cristo y en el conocimiento del carisma propio de la Congregación, a través de la oración, la reflexión, la formación, la vida comunitaria y el acompañamiento personal de la maestra de novicias.

Además de la escuela de vida que representa la humilde vida cotidiana con las demás novicias, dos experiencias fundamentales jalonan cada uno de los dos años de noviciado: los 30 días de Ejercicios Espirituales de San Ignacio y los 40 días de «prácticas apostólicas» en una comunidad.

Para Europa, nuestro noviciado está en España (en Buitrago de Lozoya, cerca de Madrid), acoge a novicias de diferentes países europeos, pero también a varias novicias de otros continentes, especialmente de América. Nuestros otros noviciados están en India, Filipinas y Burkina Faso.

Al final del noviciado, si se confirma la decisión, la novicia pronuncia sus «primeros votos», durante una ceremonia en la que recibe el hábito y el velo propios de la congregación de las RMI, y se compromete más firmemente con la vida consagrada mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia. Renueva sus votos cada año hasta que emite sus votos perpetuos.

A continuación viene el periodo de profesión temporal (o «juniorado») que dura entre seis y nueve años. Durante este período, cada hermana es enviada a una comunidad, con una misión, estudios y todo lo que constituye la vida de una Religiosa de María Inmaculada.

Frente al realismo de la vida cotidiana, se trata de que la hermana logre unificar interiormente todas sus dimensiones, frente a las múltiples exigencias de la vida, y de consolidar y confirmar su vocación, viviendo el entusiasmo del apostolado entre las jóvenes.

Hay que pasar tres probaciones antes de integrarse plenamente en la Congregación.

La primera es el discernimiento que precede la entrada al noviciado.

La segunda probación dura dos años: es el noviciado propiamente dicho, que termina con la emisión de los primeros votos.

La tercera probación, o tercer año, se propone a quienes (a través de varios años de vida comunitaria y misionera, oración, estudio) acaban de pasar por un largo período de formación humana, espiritual e intelectual, y se concibe como la última etapa del proceso de integración en el cuerpo apostólico de la Congregación.

Durante unos 6 meses, las hermanas «terciarias» (terceronas), que viven en pequeña comunidad, reciben una formación intensa y cuidadosa, en un entorno favorable, para prepararse a la profesión perpetua.

Esta última etapa es llamada por San Ignacio de Loyola «la escuela del corazón».

Los componentes esenciales de la tercera probación son: la fraternidad, una vida de oración más intensa, la oración, el acompañamiento espiritual, la formación (por parte de las instructoras y otros colaboradores externos, en particular los jesuitas, a través de enseñanzas que tienen en cuenta todas las dimensiones de la persona, en sus componentes humanos, espirituales, afectivos…), pero también momentos de relajación, etc.

El núcleo de esta etapa son los 30 días de ejercicios espirituales.

Por lo tanto, cada religiosa emprende el tercer año, como verificación final de la autenticidad de su vocación, antes de pronunciar sus votos perpetuos.

La vida de las RMI

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Contemplativas en la acción, nuestras jornadas están constituidas por distintos momentos, en los que se alternan tiempos de oración, tiempos de encuentro comunitario y tiempos dedicados a la misión y a los diferentes servicios que se nos confían.

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Vida espiritual:

Oración personal
Misa
Liturgia de las horas
Rosario
Adoración eucarística
Examen de conciencia ignaciano
Lectura espiritual

Vida comunitaria:

Vida en común
Comidas
Reuniones
Recreos comunitarios

Vida apostólica:

Misión – oficio personal
Servicio
Actividades con las jóvenes
Escuchar – acompañar…